La ayuda de Dios es una fuerza poderosa en el interior. Tenemos a Dios a nuestro favor. Debemos confiar en que Él nos fortalecerá en momentos de angustia, debilidad o enfermedad. Es importante permanecer en Su palabra y con alegría en nuestro corazón porque sabemos que Él nos dará la victoria.
Dios, que es fuente de toda vida y amor, habita en lo profundo de nuestra alma, y es en Él donde hallamos la fuerza para enfrentar las dificultades. La fuerza que sentimos venir de nuestro interior no es otra cosa que la gracia divina, esa energía inagotable que Él nos otorga a través de su Espíritu Santo.
San Pablo, en su Carta a los Filipenses, nos recuerda: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4,13). Es esa fortaleza que nos permite levantarnos cuando estamos abatidos, perseverar en la fe y encontrar paz incluso en medio de las pruebas. Cuando dejamos que Dios actúe en nosotros, su fuerza se convierte en la nuestra; su amor nos llena y su luz nos guía.