Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad del cristianismo. El Espíritu Santo es una persona distinta del Padre y del Hijo (primera y segunda persona de la Santísima Trinidad) pero posee con ellos una misma naturaleza y esencia divina.

Jesucristo envió el Espíritu Santo para santificar nuestras almas y asistir a su Santa Iglesia.

Dones del Espíritu Santo.

Los dones espirituales son habilidades especiales que Dios regala a sus hijos para la edificación de su iglesia. Debemos usarlos para bendecirnos los unos a los otros y así construir juntos una iglesia fuerte que honra a Dios.

En 1971 San Josemaría compuso la invocación a la Divina Gracia, que después se ha renovado cada año en todos los centros del Opus Dei en la solemnidad de Pentecostés.

 

Ven, Espíritu Santo,

llena los corazones de tus fieles,

y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu Creador

y renueva la faz de la tierra.

Oh Dios,

que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo;

haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien

y gozar de su consuelo.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.


Don de Consejo. En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza a hacernos sensibles a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios.

Don de Entendimiento. Este don del Espíritu Santo está relacionado con la fe. Cuando el Espíritu Divino habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente, nos hace crecer día a día en la comprensión de lo que el Señor ha dicho y ha realizado.

Don de Sabiduría. La sabiduría como la gracia de poder ver cada cosa con los ojos de Dios: ver el mundo, ver las situaciones, las ocasiones, los problemas, todo, con los ojos de Dios.

Don de Fortaleza. Son muchos los hombres y mujeres que honran a nuestra Iglesia, porque son fuertes al llevar adelante su vida, su familia, su trabajo y su fe. Demos gracias al Señor por estos cristianos que viven una santidad oculta: es el Espíritu Santo quien les conduce.

Don de Ciencia. Nos hace ver esta belleza; alabemos a Dios, démosle gracias por habernos dado tanta belleza.

Don de Piedad. Este don indica nuestra pertenencia a Dios y nuestro vínculo profundo con Él, un vínculo que da sentido a toda nuestra vida y que nos mantiene firmes, en comunión con Él, incluso en los momentos más difíciles y tormentosos.

Don de Temor de Dios. Es el don del Espíritu que nos recuerda cuán pequeños somos ante Dios y su amor, y que nuestro bien está en abandonarnos con humildad, con respeto y confianza en sus manos. Esto es el temor de Dios: el abandono en la bondad de nuestro Padre que nos quiere mucho.


Carismas del Espíritu Santo


Dios los concede de forma incomparable dentro de la Iglesia, por los méritos de Cristo, para el bien común, y para la renovación y construcción y utilidad de la Iglesia. En cada carisma el Espíritu revela su presencia con un don que también es un servicio.

Sin embargo san Pablo enumeró una serie de carismas en su primera Carta a los Corintios (12, 4-12):

“Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo”.
 
Hay muchos más carismas, como son por ejemplo, el carisma de la vida religiosa, el carisma de la infalibilidad del Papa.


Frutos del Espíritu Santo.


En la vida del cristiano a lo largo de su vida después de recibir sus 7 dones, dones que son recibidos, junto a las virtudes teologales, en el sacramento del bautismo; dones que son aumentados con el sacramento de la confirmación (Catecismo, 1302), dados en plenitud.

El cristiano es como los árboles: cuando está maduro dará sus frutos; por sus frutos os conocerán (Mt 12, 33).

Cuando los árboles están maduros, darán unos frutos que no son agrios, sino dulces y buenos a la vista.

Los santos son quienes han sabido dar todos estos frutos y han sabido practicar las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza). Ojo, que no hay que confundir estos frutos con la vivencia de los valores humanos. Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: ‘caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad’ (Gálatas 5, 22-23)