1. Humildad Profunda

Conocemos la disposición y la entrega a Dios de la Virgen desde el anuncio del ángel a María. Su «sí», que con la anunciación se hace concreto, podemos decir con certeza, ya había anidado en su corazón desde mucho antes.

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra». 

La humildad de Nuestra Madre, su obediencia plena al Padre, tiene que ver con el conocimiento de ella misma, con saber quién es.

Ella comprende que es la hija de Dios, su criatura, aquella que ha sido formada a su imagen y semejanza y que tiene un lugar crucial en la historia de la Salvación.

Esta actitud de la Virgen ilumina nuestra vida. Nos invita a preguntarnos quiénes somos, a entender un poco mejor de quién venimos. A comprender que, así como ella, tenemos también un lugar especialmente designado por Dios.

2. Fe Viva

María vive la fe. No la tiene encerrada en un libro, ni se limita a vivirla en su vida privada. Siempre prudentísima, la Virgen María vive el amor y la confianza en Dios en cada ámbito de su vida.

Desde su sí al ángel, su matrimonio con José, el nacimiento de Dios en apenas un pesebre. Su salida decidida a ayudar a los más necesitados. 

Es imposible no cuestionarse al verla salir a servir a su prima Isabel en lugar de quedarse a que la atienda porque ella iba a ser la Madre del Salvador, ¡la madre del Rey de Reyes! 

3. Obediencia ciega

Hablar de obediencia en nuestros días es casi insólito. Creo que ni con nuestros hijos nos atrevemos a pronunciar la palabra.

Parece que todo lo que tuviera que ver con sometimiento tiene una connotación negativa, teñida por el abuso que muchas figuras de autoridad, en distintos ámbitos, han tenido.

4. Oración continua

El evangelista ya nos contaba como «María guardaba todo esto en su corazón, y lo meditaba». Para ella ningún evento en su vida era desligado de la voluntad del Padre.

Su constante meditación en los eventos y las palabras de su Hijo, en lo que ella conocía de las escrituras, eran alimento para meditar y conversar constantemente con Dios.

5. Mortificación Universal

«Y una espada atravesará tu propia alma» (Lc 2:35). El «sí» de María nunca estuvo exento de sufrimiento, al contrario. María sabía que la misión que se le encomendaba era por demás exigente.

Un amor que se probó a fuego ardiente. Las dificultades que atravesó la Sagrada Familia no fueron menores, y el dolor que ella soportó fue magno. 

Quedó viuda y vio torturara y morir a su Hijo una muerte de cruz. Quedó sola, a cargo del apóstol querido, quedando ella como protectora e intercesora por la Iglesia Universal.

6. Pureza divina

La pureza divina de la Virgen María tiene que ver en primer lugar con su inmaculada concepción. Ella fue creada, al igual que Eva, sin pecado original. 

El mérito enorme de María es haber mantenido esta pureza durante toda su vida en la tierra y por ende para toda la eternidad. María es el modelo de pureza original.

Aquel sello que el creador puso en el ser humano desde el origen de su creación, ella lo mantiene intacto. Es hacia ahí donde apuntamos luego de la segunda venida de Cristo, recobrar esa pureza sin mancha.

7. Caridad Ardiente

El amor al prójimo que experimentaba la Virgen María era un amor ardiente. Que la consumía sino lo entregaba. Muestra de eso, como hemos visto, es esa respuesta casi impulsiva por salir a asistir a su prima Isabel incluso estando ella también embarazada, y del Hijo de Dios.

María siempre estuvo atenta a las necesidades de los demás, tanto en su vida en la tierra como ahora desde el cielo. El amor de María no tiene fin porque ama con el amor de Dios.

8. Paciencia Herórica

María esperaba a su Salvador desde niña, la tradición nos cuenta que tal vez María pertenecía a las jóvenes vírgenes que servían en el templo, de las cuales se esperaba que naciera el Salvador. 

María esperaba, recibió al ángel y siguió esperando mientras llevaba al Niño en el vientre. Aunque no comprendía mucho, ella aguardaba los designios de Dios y sabiendo que el camino no sería fácil, nunca desistió.

9. Dulzura Angelical

La dulzura tiene origen en la bondad que derrama el corazón. La bondad del corazón de la Madre es enorme porque su fuente es inagotable, es el mismo Dios.

No hay consuelo humano más grande que la ternura del corazón dulce de Nuestra Madre, que delicadamente nos llama sin descanso a volver a su Hijo.

10. Sabiduría Divina

«Hagan todo lo que Él les diga» (Jn 2:5). La sabiduría de María radica en la atención y su adhesión completa a la voluntad de Dios.

Solo un corazón en sintonía e iluminado por el espíritu podría haber discernido los tiempos de Dios. 

Jesús, en las bodas de Caná, sigue lo que María le pide, incluso afirmando que aún no había llegado su hora, confiado en que la voluntad de su Madre era inspirada por la voluntad del Espíritu de Dios.