La restauración de un matrimonio es un asunto mucho más complejos de lo que pueda tratarse de un simple artículo. Muy probablemente, hay años de dolor detrás de cada palabra dicha de forma cruel, y muy posiblemente toda una vida llena de falta de tolerancia en las diferencias de la personalidad y detrás de cada malentendido.

El matrimonio se trata de incorporar todos los aspectos de la vida de dos personas de una manera sólida y armónica, convertirse en una sola carne y ser unificados en el amor y en las metas para un futuro juntos.

Esto requiere de mucho compromiso, comunicación, respeto, solidaridad y servicio para el otro y cuando alguno de estos elementos faltan, el matrimonio poco a poco comienza a sufrir de resquebrajaduras que, si no se tratan a tiempo, en algún momento podrán llegar a convertirse en una tormenta para la relación.

El matrimonio fue creado por Dios, y Él puede restaurarlo, y puede hacerlo a través de otras personas, sea a través de un consejero espiritual o por la ayuda de los testimonios de familias sólidas. Como sea, hay que dejarse ayudar.

El amor de Dios restaura matrimonios.

Hoy en mi oración, quiero recordar a tantos matrimonios rotos, heridos, destrozados, infelices, por no amarse, respetarse, escucharse, por no compartir, por no saber ser ese pedestal el uno para el otro.

Esta oración va por esos matrimonios en donde no hay verdadero compromiso, en donde hay una falsa libertad que perjudica el alma y crea distancias.

El Señor quiere para nosotros fidelidad en el matrimonio, respeto, escucha, unión, amor, lealtad, servicio y compasión.

Dios quiere abrir los ojos de nuestro corazón para que aprendamos a vivir sin egoísmos, sabiendo apreciar y contentarnos con las cosas que tenemos y las personas que nos aman.

En el mundo actual, vivimos con demasiados apegos a muchas cosas que nos apartan de la verdadera felicidad, que nos invitan a una vida llena de cosas superficiales y vacías, para después seguir viviendo solos y tristes, haciendo que perdamos la confianza en Dios.