El mandato de Dios

El tercero de los Diez Mandamientos dados a Moisés por Dios dice: "Recuerda santificar el Sabbat". (Éxodo 20, 8)

El mandato de Cristo

¿Por qué debemos santificar el Sabbat yendo a Misa? La Misa fue instituida en la Última Cena por Jesús antes de la Crucifixión. La Última Cena fue la primera Misa

Cuando llegó la hora, él (Jesús) tomó su lugar en la mesa con los apóstoles… Luego tomó el pan, lo bendijo, y se los dio diciendo: "este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros, hagan esto en memoria mía" (Lucas 22:14,19)

Cuando celebramos la Misa, repetimos la Última Cena, como Jesús nos mandó hacer. Al hacer esto, recordamos y recreamos su gran acto de amor por nosotros en la Cruz: tomando nuestros pecados sobre sí para que nosotros, si seguimos sus mandamientos, podamos vivir con Él para siempre en el cielo.

El mandato de la Iglesia

La Iglesia enseña que tenemos que cumplir el mandato de Jesús ("Hagan esto en memoria mía") yendo a Misa el domingo (o en la víspera la noche anterior). El Catecismo de la Iglesia Católica (1994, num. 2180 y 2181) explica que ir a Misa el domingo o los días de guardar constituye uno de los seis mandamientos de la Iglesia.

Estos Mandamientos de la Iglesia también exigen recibir la Comunión al menos una vez al año en Pascua, confesarse de todo pecado mortal como preparación para la Comunión y observar, cuando así esté prescrito, los días de ayuno y abstinencia. Estos mandamientos se refieren a las responsabilidades mínimas de un católico. No cumplirlas por nuestra irresponsabilidad, enseña la Iglesia, constituye un pecado grave.

La Iglesia habla con la autoridad de Jesús.

¿Por qué debemos obedecer estas enseñanzas de la Iglesia? ¿De dónde recibió la Iglesia esta autoridad? De Jesús. En Mateo 16:18-19, Jesús hizo a Pedro la cabeza de su Iglesia: el primer Papa. Les dio a Pedro y a la Iglesia "las llaves para el reino de los cielos".

Te digo a ti: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de los cielos. Lo que ates aquí en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra, también será desatado en el cielo. La autoridad de la Iglesia en fe y moral es absoluta porque la autoridad de Cristo es absoluta.

Lo que hacemos en Misa

Antes que nada la Misa es un sacrificio – el sacrificio perfecto, creado por Jesús. A través del sacerdote ofrecemos a Jesús, en cuerpo y sangre, al Padre, así como Jesús se ofreció a sí mismo al Padre en la Cruz.

De forma incruenta repetimos – hacemos presente – la muerte de Cristo y la Resurrección. A través de este memorial de Jesús, ofrecemos a Dios nuestra alabanza, nuestro dolor por los pecados y nuestro profundo agradecimiento.

La Misa también es una comida. En la consagración, el pan y el vino, por medio del poder del Espíritu Santo, se convierte en el cuerpo y la sangre de Cristo. No es un mero símbolo, sino que es la verdadera carne y la verdadera sangre de Jesús bajo la apariencia de y vino. Cuando recibimos la Santa Comunión, recibimos al mismo Jesús. Él es la verdadera comida para nuestra alma. Él dijo esto muy claramente: Les digo, a menos que coman la carne del Hijo del Hombre y beban su sangre, no tendrán vida. Quien coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna y lo resucitaré en el día final. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien coma mi carne y beba mi sangre permanece en mí y yo en él (Juan 6:55-56).

¿Cuáles son los beneficios de la Santa Comunión? 

Fortalece nuestra unión con Jesús. Él vive en nosotros de manera especial y nos limpia de los pecados veniales (los pecadores mortales requieren el perdón en la confesión). Nos da la gracia para evitar el pecado en el futuro y aumenta nuestro amor por Dios y por el prójimo.

¿Por qué tengo que alabar con otras personas?

Dios nos hizo seres sociales. Él quiere que estemos juntos en comunidad para alabarlo. Jesús dijo: "donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estaré" (Mateo 18:20).

¿Cuáles son las consecuencias para otros si dejamos de ir a Misa?

Nuestros ancestros sufrieron persecución, incluso la muerte, para poder participar de la Misa. Cuando tengas hijos algún día, ellos necesitarán la gracia y la fortaleza que se obtiene en la Misa. Si dejas de darles esta enseñanza por tu propia indiferencia, les harás la más grave injusticia a ellos y a Dios. Tienes el poder de liquidar, en una generación, la fe que ha sostenido a tu familia, por generaciones. Esta es una responsabilidad enorme y tendrás que responder a Dios por ella.

Los beneficios de la Misa

Si le damos a Dios la oportunidad, nos ayudará a experimentar los tremendos beneficios de la Misa y de la Eucaristía. James Stenson escribe:

Sé paciente. Anda a Misa en actitud de oración y agradecimiento, y podrás obtener grandes dones espirituales: consuelo, confianza, paz, felicidad profunda y la fuerza espiritual para afrontar los desafíos de la vida.

La Madre Teresa una vez escribió: "Jesús es mi Dios/ Jesús es mi esposo/ Jesús es mi vida/ Jesús es mi todo. Por eso, nunca temo". La Madre Teresa iba a Misa todos los días. Si amamos la Misa como ella lo hizo, nosotros también viviremos en Jesús, y Él en nosotros, y nunca tendremos miedo.